domingo, 22 de junio de 2008

Comida campestre

Hoy disfruté de un día campestre con los niños y una pandilla de amigos. La salida fue improvisada, una ensalada fría de arroz, unas frutas, bebidas y la merienda.

En mi infancia, esas salidas se hacían todos los domingos, hiciera el tiempo que hiciera, siempre encontrábamos una solución para comer al aire libre, sin que nos molestara el sol o nos mojara la lluvia. Recuerdo sobretodo a la gente que estaba siempre presente, de los cuales más de la mitad falleció ya.

El mejor momento llega después de comer, cuando una se tumba al sol o a la sombra, en función de la temperatura, sobre una manta, y se relaja... Siempre me viene en mente un "esto es vida", mientras los niños corretean, los mayores se ponen a jugar con cualquier tipo de pelota, y otros se van a caminar por el monte. Disfruto de ese tiempo de relax, viendo las idas y venidas de todos, o, simplemente, abandonándome a mi misma en un sueño profundo. Mientras, observo los árboles, el olor a hierba fresca, las ajetreadas hormigas... todo tiene una razón de estar allí, sin unas cosas no se darían otras.

De regreso a casa, tenía que entregar los niños a su padre... de golpe, todo el placer se esfuma, dejando paso a unos nervios inexplicables que se apoderan de mi estómago. Por suerte hoy no me habló. Más bien estaba enfadado. Pero no se por qué mi estomago sigue raro...

1 comentario:

Josemy dijo...

Es mejor quedarse con el recuerdo de ese día en el campo, que tanto gustan, y tanto relajan... ¿Qué tendrá el campo? jeje

Y deja que el adre siga a su rollo, tarde o temprano se dará cuenta que es peor para él... Y dile a esos nervios que se vayan ya lejos que no los quieres ni ver... :)

Besos guapa...