Todo empezó en enero de 2007 (VII Sentimientos)

Tuve un bajón a principios de año, bastante importante. Me tiraba en la cama en cuanto podía y tenía ganas de que el tiempo pasara y poderme despertar en el momento que todo se arreglara... pero sabía que eso era imposible.

Estaba cansada de luchar. Desde los 11 años he estado fuera de casa: primero interna, luego en piso compartido, con 17 años, y con 18 recién cumplidos con mi ex. Siempre he tirado del carro, toda la vida intentando ayudar en lo que podía a los otros... y ahora que? ¿quién tiraba de mi? ¿dónde estaban todas aquellas amigas a las que algún día saqué de apuro? ¿porqué yo no podía contar con alguien que me sacara de aquél pozo negro?

Llegué a la conclusión de que más me valía aceptar que era así, pues mortificarme por ello no hacía más que agrandar mi dolor. Tenía que hacerme fuerte, porque nadie lo haría por mi, y no podía permitir que mi vida su hundiera después de haber estado superando todas aquellas situaciones. Esto no acabaría conmigo, si había podido con otras, ésta no era más que una de aquellas situaciones que quieren derribarte. Al fin y al cabo, no podía quejarme, viendo situaciones peores que la mía.

Poco a poco empecé a tirar de mi misma, por una vez. Recordé lo que sentí tras mi divorcio, no podía permitir que aquéllo se desvaneciera, era absurdo perder lo recuperado.

Tras largos años de broncas, sumisión y anulación de mi propia personalidad, volvía a ser yo. Salió la quinceañera escondida en mi corazón, hecha ya mujer, con la experiencia necesaria para no volver a tropezar en la misma piedra. A partir de ese momento volvería a ser yo misma, sin tapujos. Al que no le gustara (entre otros, mi madre), peor para él... el que ama a otra persona debe hacerlo respetando su manera de ser.

Entonces me di cuenta que esa parte de mi era la que me permitiría salir adelante. Esa no había sufrido, esa se escondió y allí estaba, fresca como el rocío de la mañana, preparada para vivir un amor verdadero, que la quiera tal como es...